ESPIONAJE- Don Javier Alberto Reyes G.


Espionaje

Manlio Fabio Beltrones representa una oposición a modo, de esas querendonas porque, a cambio de una que otra concesión política, la cúpula tricolor le sigue al partido oficial el ritmo de un danzón sabroso con fragancia a jugosos negocios y sabor a cotos de poder. Por ello es de tomarse en serio el berrinche del presidente de la Junta de Coordinación Política del Senado, pues su ruptura con Felipe Calderón se da con pruebas en la mano, es decir, las famosas transcripciones del Cisen acerca de la vida privada del sonorense y de los preparativos de la boda de su hija.


¿Espantarse por el espionaje? Pues no, es un secreto a voces que en México se trata de un arte cultivado con paciencia a través de las décadas. El PAN solamente ha aprendido rápido las mañas del partido que decía detestar. ¿Pobre Manlio? Para nada, su historial no es precisamente el de un santo, y este affaire es algo así como el cazador de osos prensado en su propia trampa.


Todos los que hemos de uno u otro modo andado por terrenos delicados, o importunando uno que otro interés creado y de cierto nivel, hemos escuchado en más de una ocasión por parte conocidos que laboran dentro del sistema el típico "te pusieron cola" o el "traes pájaros en el alambre". La historia política de México es de traiciones, de secrecía, de paredes que escuchan.


¿Cómo se explica que, en México, jóvenes líderes de los 50, 60 y 70 hayan sido desaparecidos, mientras otros de sus coetáneos, que se las daban de maoístas agitadores y eran sumamente notorios, estén vivos y sean hoy figuras encumbradas (varios en el PRD)? Se dice que ello se debe a que eran "orejas". Es decir, su labor consistía en pasarse como rojos e infiltrarse en los grupos para así "poner dedo", y hoy tienen recompensa como gobernadores, senadores o diputados.


Si todas estas argumentaciones le causan alguna duda, vea nada más cómo obtuvo Beltrones Rivera los informes de inteligencia: ¡le fueron entregados por personal del Cisen! Es decir, empleados de Juan Camilo Mouriño que no solamente le deben su paga y su lealtad al gobierno panista, sino que tienen una obligación de confidencialidad absoluta dada la naturaleza de sus funciones. ¿Traidores? Para nada, sencillamente viejos contactos del mismo Beltrones.


Y es aquí la parte más graciosa: ¿de qué se queja Manlio Fabio? Su carrera política es indisoluble de la sombra de Fernando Gutiérrez Barrios, de quien fungiera como secretario particular en los tiempos de la tenebrosa policía política, la negrísima Dirección Federal de Seguridad (DFS). Estamos hablando, concretamente, de quien se dice fue el discípulo favorito del policía político por excelencia, informado y por ello temido.


Si Beltrones dice que le espiaron, pues, hay que creerle: él sabe muy bien ese negocio del espionaje. En los años que fue su mentor, seguramente don Fernando (acusado de ser el brazo represor del régimen en contra de los movimientos de izquierda de los 60 y 70) le enseñó a Beltrones dos o tres trucos de los que, se dice, aprendió gracias a ser supuesto agente de la CIA (la universidad de George Washington, entre otras, ha hecho interesantes estudios de los archivos desclasificados del gobierno estadounidense en este sentido; dése el tiempo de visitar http://www.gwu.edu/~nsarchiv/).


Pero esto no es todo, y se pone aún más gracioso cuando vemos las coincidencias. Primero, como parte de su exitosa transición de "espiador a espiado", Beltrones rechazó acompañar a Calderón al viaje por el país natal de Mouriño, último responsable del Cisen antes del mismo Calderón. Luego, los informes filtrados al sonorense no son (¡oh, alivio!) sobre sus años en la DFS, ni de su paso por la CNOP, ni de los "milagritos" que le cuelgan en su paso por el gobierno de Sonora. Se trata de algo algo inocuo: los preparativos de la boda de su hija Sylvana, incluyendo datos tremendamente delicados como... ¡los arreglos y el menú! Pero eso no es todo, pues fíjese que a la boda fue invitado Juan Camilo Mouriño, pero fue colocado en una mesa diferente a la de los lugares preferentes. Es decir, una mesa lejos de la correspondiente a Carlos Salinas de Gortari y Diego Fernández de Cevallos.


Mire qué gracioso, Beltrones fue discípulo de Gutiérrez Barrios, y tan bueno fue que estuvo encargado de estar durante todo el traslado junto a Mario Aburto Martínez, el asesino confeso de Luis Donaldo Colosio (dicen que por aquello de las filtraciones, vaya usted a saber). Éste, a su vez, era el candidato que prefería Salinas para sucederle, pero que luego cayó de su gracia, y por ello se especula que éste tuvo algo que ver en el trágico final de aquél. Y Salinas, a su vez, llegó al poder gracias a muchas ayudas, entre ellas la de Fernández de Cevallos, un feroz opositor que luego se hizo aliado, y terminó de amigo tomándose unas copitas con él durante la boda de la hija de Beltrones. La política mexicana es, en efecto, una familia... y que me perdone Pompín Iglesias, pero ¡qué bonita familia!


javieralberto@gmail.com

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