PARENTESIS DE TRABAJO

HOLA A TODOS, MIL PERDONES POR NO ESCRIBIR DESDE HACE TANTO,LAMENTO NO PODER SEGUIR ACTUALIZANDO ESTE BLOG, PERO PRONTO REGRESARE.PERO COMO ME ENCONTRE ESTA JOYA, SE LAS EXPONGO PARA REGOCIJO DE TODOS USTEDES.
Cómplices de la violencia

Javier Alberto Reyes
16 May. 08

El término "violencia estructural", comúnmente adjudicado al sociólogo noruego Johan Galtung, se entiende como la eliminación sistemática de un grupo poblacional por parte de una determinada estructura social o instituciones sociales, principalmente mediante la negación que a dicho grupo se le impone respecto a sus necesidades básicas.

Algunos ejemplos de este fenómeno son la discriminación u opresión en razón de la clase social, la raza, o el sexo, así como también el elitismo. Justo ahora cuando Felipe Calderón ha emitido su "¡Ya basta!" respecto a la violencia, es preciso analizar la naturaleza de la violencia en México, pues posiblemente el irrisorio exabrupto presidencial debería dirigirse a sí mismo.

En más de una ocasión nos hemos preguntado: ¿qué pasa con México?, ¿por qué, teniéndolo todo para ser un país desarrollado, sigue inmerso en la violencia y la corrupción? Aunque difícilmente una teoría por sí sola podría explicar un país como México, donde fácilmente suceden cosas inimaginables para cualquier país occidental, lo cierto es que el concepto de violencia estructural es un útil enfoque al momento de analizar lo que está sucediendo.

De acuerdo con esa teoría, las expectativas de calidad de vida se reducen cuando un sector de una determinada población es dominado socialmente, políticamente oprimido o económicamente explotado. Un sistema descompuesto, o la percepción del mismo, degeneran en una espiral de conflicto que va desde la violencia familiar hasta el crimen de clase, racial o el organizado.

La miseria que generan las políticas económicas de un gobierno elitista, pues, pueden clasificarse como violencia estructural. Y aquí cabe preguntar: ¿cuántos millones de pobres en México lo son por culpa de las decisiones de los gobiernos federales y locales?, ¿qué precio debe pagar el mexicano común por la corrupción y los privilegios de unos cuantos?, ¿en qué medida la falta de oportunidades se debe a que unos cuantos abusan del poder del cual gozan?

Antropólogos como el norteamericano Paul Farmer aseveran que los padecimientos de las poblaciones marginadas no pueden atribuirse a la cultura o a la voluntad individual, sino a procesos históricos y económicos que restringen el desarrollo individual. En sí, aquellos cuya posición social los coloca lejos del acceso a los frutos del desarrollo, sufren de opresión y, por consecuencia, no les es dada la oportunidad de superarse.

En México, cuando un empresario paga para ganar una concesión, cuando un patrón obtiene un fallo favorable de mala manera en una (tenebrosa) junta de conciliación, cuando un Secretario de Gobernación gana contratos petroleros, cuando un gobernador endeuda a la entidad para hacer eventos culturales en vez de construir drenaje profundo, dudo que tenga en mente "con esto estoy fastidiando a otras personas".

Por lo general, en la mente esa persona tendrá "el que no transa no avanza". Sin embargo, en todo caso el resultado es el mismo: Ese abuso genera una ganancia para una persona a cambio de la pérdida para muchos otros. Y eso es violencia.

Si en México hay corrupción y violencia y si deja más ser narcotraficante o bailarina exótica que ser científico o albañil, puede ser en gran medida explicado por aquella frase, repetida hasta el cansancio, pero no por ello menos cierta, que reza: "la violencia genera violencia". Gran parte de la corrupción y la violencia que existe en México, pues, puede ser explicada por la violencia institucional en contra de los marginados, sea o no consciente, ya sea a través de corruptelas o políticas públicas erróneas, y fertilizada con clasismo, sexismo, o cualquiera otra forma de discriminación.

De esta manera, el "¡ya basta!" de Calderón, golpeando el atril con la mano, debería más bien dirigirse a su propia cabeza, en acto de contrición. ¿Cómo puede el habitante de Los Pinos exigir a los ciudadanos no ser cómplices de la ilegalidad, si él y su círculo cercano, público y privado, están bajo sombra de sospecha?

¿En qué cabeza cabe el exigir al Congreso y al órgano judicial, así como a los gobiernos locales, el cerrar el paso a la impunidad, si la administración pública federal que él mismo dirige está sumergida en la podredumbre?

¡¿Con qué argumentos exige a los medios de comunicación no "compartir con los criminales la estrategia de sembrar el terror", si su mismo Gobierno, su antecesor, y su partido han contribuido al oligopolio nacional en medios masivos?!

Cuando Calderón dice que él no se sumará al "abandono, a la cobardía o a la complicidad que permitieron que México llegara a esta situación", miente. Y miente porque su Gobierno, al igual que sus antecesores, ha ejercido una violencia brutal en contra de los mexicanos, ya sea a través de políticas públicas erróneas y corrupción.

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