DON JACOBO ZABLUDOVSKY


Bucareli
Jacobo Zabludovsky
26 de mayo de 2008


Nueva ensalada ‘popof’


Dichosa edad y siglos dichosos aquellos en que Agustín Barrios Gómez, el duque de Otranto y Rosario Sansores describían las fiestas de la juventud dorada.

Y los bailes blanco y negro del Country Club, los vestidos de la Kiki Herrera Calles, el nuevo auto de los Corcuera, el rancho de los Sánchez Navarro, el caballo charro de don Carlos Rincón Gallardo conde de Regla y marqués de Guadalupe y las recepciones del rey Karol y madame Lupescu en Coyoacán. Eran tiempos en los que Luisito Muñoz recibía en el 1-2-3 a Carlos (algún sortilegio debe tener el nombrecito) Trouyet, el hombre más rico de México, Dalmau Costa abría el Ambassadeurs, Blumenthal deslumbraba en el Ciro’s, Everet Hoagland dirigía su orquesta en el Roof Garden del Hotel Reforma y César Balsa inventaba la Zona Rosa, mientras Diego, Frida y Pita bailaban con teporochos en el Leda y mezclaban el aroma del Chanel 5 con los vapores de Indianilla.

Hemos pasado, en medio siglo, de la frivolidad al miedo. Los cronistas de sociales han sido sustituidos por los de policía y los nombres mencionados en las primeras planas son otros, distintos los lugares, diferentes los ánimos y los oficios.

Nuevos apellidos adquieren fama. Otras familias se reparten el territorio nacional. En el golfo de México el cártel lo forman Osiel Cárdenas G uillén, Heriberto Lazcano El Lazca, Jorge Eduardo Costilla Sánchez, Arturo Beltrán Leyva El Barbas, Alfredo Beltrán Leyva El Mochomo y Alberto Beltrán Leyva, con su zona de influencia en Tamaulipas, Tabasco, Veracruz, Oaxaca y Chiapas. El cártel de Juárez lo encabezan Vicente Carrillo Fuentes y Juan José Esparragoza El Azul. El cártel de Sinaloa lo dirigen Ismael Zambada El Mayo, Joaquín Guzmán El Chapo e Ignacio Coronel Villarreal Nacho Coronel, quienes dominan en Sinaloa, Sonora, Durango, Chihuahua, Guerrero, Nuevo León, Michoacán, Quintana Roo y Yucatán.

El centro del país, incluido el Distrito Federal, está fragmentado entre varios capos que manejan el narcotráfico desde el aeropuerto internacional capitalino hasta los sembradíos de las barrancas más ocultas.

El presidente Felipe Calderón ha sugerido a la prensa no convertirse en cómplice involuntaria de los delincuentes exagerando su poder, no instigar el temor de todos nosotros frente a la ola de asesinatos que han convertido las calles de muchas ciudades del país en campos de batalla.

Algunos pueblos han sido evacuados por habitantes temerosos y los viajeros evitan transitar de noche y hasta de día por algunos de los caminos del país.

La realidad es, por desgracia, tan abrumadora que no me parece desmedida la cantidad y contenido de las informaciones sobre esta plaga que azota México.

La prensa está respondiendo a un fenómeno que sería ingenuo tratar de ocultar.

Algunos nostálgicos quisieran revivir las épocas que los cronistas de sociales retrataron en sus periódicos, pero no se puede hacer que los relojes marchen hacia atrás.

No es el periodismo el culpable.

En vez de delegar culpas sería sano corregir errores. Es obvio que, por lo menos en algunos lugares específicos, las mafias superan en armamento y organización a las fuerzas oficiales. Denunciar este hecho indiscutible no es hacerse cómplice de nadie ni tiene como fin estimular el miedo de los habitantes de la República.

Apenas el miércoles el mismo presidente Calderón aseguró que los cárteles del narcotráfico se han reorganizado. Dijo que los golpes del gobierno a esos grupos han obligado a una recomposición. La declaración presidencial revela que existe una estructura financiera y operativa por parte de estos enemigos públicos.

No está claro que alguien intente sembrar el terror mediante publicaciones amarillas, escandalosas o exageradas.

El terror no emana de ahí sino de los asaltos, los asesinatos, los decapitados y levantados que salpican sangre todos los días en todos los estados del país. El miércoles fueron encontrados los cadáveres de un director de la policía de Morelos y su escolta en la cajuela de un coche abandonado en la carretera de Cuernavaca. Mismo día en que asesinaron a otros siete en cuatro entidades y secuestrados dos más. De Tijuana mejor no hablamos.

Cómo quisiéramos escribir y leer sobre fiestas y alegrías más que sobre homicidios y lutos. Pero cada época y cada sociedad produce, no inventa, los temas de su periodismo. Decía Marx que el periodismo es una supraestructura de la sociedad y lo que estamos viendo lo demuestra.

El señor José Luis Soberanes, presidente de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, declaró el mismo miércoles que en lo que va del año la violencia del narcotráfico ha causado mil 800 ejecuciones, otras fuentes calculan 4 mil, gran parte de ellas con el sello del ajuste de cuentas.

Recomienda que durante algún tiempo nos vayamos acostumbrando a lo que ocurre, mientras fortalecemos nuestros recursos para dominar la situación.

De modo que los tiempos de Agustín, el duque y Chayito han pasado para siempre.

Eran 300 y algunos más.

Ahora son miles y se dedican a otros oficios.

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