CIERTO,VAMOS A QUEBRAR AL PAN-PRI DONDE LES DUELE.

¿Mexicanos dejados?

Cuando una persona compra un bien o un servicio, con dicha adquisición el individuo no solamente afirma su preferencia sino también su "no preferencia" por la alternativa o, en todo caso, su "no preferencia" por conservar el dinero. En el mundo de los negocios saben bien de esto, y juegan con ello en pos de la máxima utilidad posible.


Ahora bien, cuando los negocios se mezclan con la política, o más bien cuando a la política llegan negociantes sin vocación alguna por el bien común o, mejor dicho, con vocación por el beneficio propio... entonces no solamente se ignora lo que los consumidores/gobernados están diciendo con sus decisiones, sino que les receta la medicina errónea. ¿Por qué el doble rasero?


Comenzaré por compartirle un secreto, y de paso echarme encima el odio del sector restaurantero: cuando vas a un café, especialmente a esos de cadena internacional, todos los tipos de café que te venden son la misma gata. En los costos para la empresa, la diferencia entre el "americano", el "latte machiatto", el "samoano tururú" y el "orgánico con crema batida tarará" es, a lo sumo, siete u ocho centavos. Sin embargo, en el precio al consumidor, la diferencia entre los anteriores es ¡de 5, 10 o 15 pesos!


Lo que pasa es que como no se puede preguntar a cada cliente "¿cuánto es lo más que nos quiere usted pagar por un café?", entonces lo hacen indirectamente. Al comprar la misma gata, pero con 15 pesos de diferencia, lo que el cliente hace es decirle a la empresa "estoy dispuesto a pagar 30 pesos en vez de 15 por un vil café". Esa persona, pues, no solamente dice que puede pagar hasta 30 por el bien, sino que prefiere beber un café más "acá" que, por ejemplo, comprar un litro de leche para su casa, o 15 pesos en dulces, o qué sé yo.


Lo más valioso en el mundo de los negocios es, pues, información, y el cliente tiene esa información. Por eso le regalan a uno tarjetas de cliente, y hasta dan premios por inscribirse en programas de cliente distinguido o frecuente. Al usar la dichosa tarjeta, por ejemplo, en los cines, la empresa sabe quién eres, dónde vives, a qué te dedicas, más o menos cuánto ganas al mes y, lo más importante, qué películas te gustan, cuándo te gusta verlas, y cuánto te atragantas de chucherías cada vez que vas al cine. Información: no tiene precio; pero cuando la das, prepárate para que te vendan las cosas al mayor precio que estás dispuesto a pagar.


Ya que esto ha quedado claro, déjeme ahora le platico cómo esos habilidosos hombres de negocios que se han encumbrado en la política en los últimos tres o cuatro sexenios, y que la han desvirtuado con su ignorancia salvo cuando se trata de embolsarse algo, usan estas ideas tan sólo en sus empresas, pero no para servir al pueblo de México.


Veamos el ejemplo de los cines, nuevamente. La Profeco, uno de los pocos organismos públicos medianamente rescatables del país, acaba de hacer un cálculo muy interesante según el cual para que una familia mexicana pueda ir al cine una vez al mes, debe gastarse en promedio casi 500 pesos, mientras que una película "pirata" (de estreno) cuesta entre los 16 y 20 pesos, e inclusive ver películas en TV de paga cuesta menos que la primera opción y se puede invitar a casa a la familia, amigos y vecinos, sin más límite que lo amplio de la sala-comedor.


Eso explica por qué solamente 30 por ciento de los amantes del séptimo arte van al cine. ¿Y cuál es la solución que a todo esto imponen los gerentes del gobierno mexicano?, ¡mano dura! Venga, no le niego que, por ilegal, está justificadísimo que se hagan redadas en Tepito y se persiga la piratería, pero resulta estúpido, por decir lo menos, que dicha sea la estrategia mejor financiada y más apoyada desde arriba.


¿Por qué no mejor prestar atención a lo que están diciendo los mexicanos? No tiene ciencia: ninguna campaña contra nada va a surtir efecto, sino se escucha y atiende lo que el consumidor está diciendo con sus acciones.


Si la gente está poniendo su dinero bajo el colchón, es porque los bancos cobran mucho; si la gente compra "pirata", es porque lo original está carísimo; si la gente se muere de a poquito tomando tés, es porque los medicamentos están por los cielos; si los mexicanos prefieren tomar la justicia por sus manos, es porque no confían en sus autoridades; si la gente roba, no es por malévola, sino porque no hay de otra (o no tiene otro ejemplo de vía a la prosperidad).


El punto es que para los que están arriba, es sencillo mirar hacia abajo y decir: "¡Ah, pecadores, debéis ser castigados!". Cuando lo indicado es escuchar lo que el pueblo está tratando de decir, entender sus penurias, y solucionarlas. Como con los bancos, que en México se atascan puercamente con comisiones tan altas que no soñarían siquiera con cobrar en sus países de origen... ¿y el gobierno?, bien gracias, legislando y canalizando recursos a hacer los juicios más expeditos, y dejando a un lado los motivos por los cuales la gente no puede pagar a tiempo sus créditos.


Así, pues, si nos van a tratar como consumidores, pues quizá es tiempo de tratarlos como negocios y, si no sirven bien, pues a mandarlos a la quiebra.

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