extracto de PROCESO: Mouriño, el “muy menor” secretario
Un día de octubre de 1991, el joven y aguerrido diputado panista Felipe Calderón Hinojosa subió exaltado a la tribuna. Se calificaban las elecciones intermedias de ese año, a la mitad del gobierno de Carlos Salinas de Gortari. Previamente, diputados priistas habían aceptado una serie de irregularidades en los comicios –más boletas en las urnas que votantes en el padrón, la más frecuente--, que minimizaban, pues decían que no alteraban el resultado final.
Prendido como siempre que hacía uso del micrófono, Calderón les reclamó: “Decir que sí hubo irregularidad, pero que no es determinante para cambiar la votación, es como decir: ‘sí hubo trampa, pero de todos modos te hubiera ganado’. Y les recriminó a gritos: ‘¡Señores priistas: la trampa, el fraude, que es el aprovechamiento del engaño o del error de otro para obtener un beneficio, eso es fraude!’ La confesión más clara del fraude es que hacen trampa, independientemente de que haya sido determinante o no y cuando ustedes reconocen la ilegalidad, pero señalan que no es relevante, señores, ¡están demostrando que la ética política la conocen de referencia, porque se es honesto o no se es!
“Aceptamos, entendemos que vengan a decirnos: aquí está la trampa, pero no encuadra en las causales del código (electoral). ‘¡Aquí está la trampa, pero no es suficiente para cambiar el resultado! ¡Aquí está la trampa!’ ¡Entendemos que lo digan en nombre del código!, pero, señores, no lo digan en nombre de la ética política, ¡no sean hipócritas!”
Por supuesto, no es lo mismo ser diputado y estar en la oposición, que tener la máxima responsabilidad del país. Pero si Felipe Calderón actuara con la misma lógica de entonces, Juan Camilo Mouriño no sería más secretario de Gobernación. Por tramposo, por deshonesto, por hipócrita, por cínico, y porque conoce la ética sólo de referencia.
http://www.proceso.com.mx/analisis_int.html?an=57840
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