BIENVENIDO ENCINAS- del ilustre intelectual mexicano Don Javier Alberto Reyes


Bienvenido, Encinas
Javier Alberto Reyes
21 Mar. 08

No recuerdo exactamente qué acaudalado empresario mexicano dijo, antes de la última "elección" en México, que ahora sí veía a Cuauhtémoc Cárdenas "maduro" para competir por la Presidencia. Me causó una risa tremenda. Qué casualidad que la clase empresarial viera con buenos ojos a Cárdenas precisamente cuando estaba ya "domesticado", sin una pizca de la combatividad que años atrás, cuando el otro fraude, el de 1988, le ganara el apoyo de millones.

La diferencia entre los políticos y empresarios "light" de hoy y los de hace varias décadas es que los de antes sí sabían de política. No en balde la oposición en México fue por muchos años una mezcla de mártires perseguidos (y asesinados) y "aviadores" cuya "fiereza opositora" era recompensada con becas y consulados.

El político viejo entendía que la legitimidad proviene en gran parte de un balance y, si ese balance no existe, hay que fomentarlo. El remedo de políticos que ahora tiene México exige uniformidad, y su eufemístico llamado a la "modernidad" no es más que la antesala del fascismo.

La legitimidad es un concepto muy importante en política, consiste en que el poder político sea obedecido voluntariamente, pues de lo contrario el Estado se derrumba u obtiene obediencia por medio de la violencia. Si quienes deben obedecer perciben que quien ejerce el poder ha tenido acceso a él y lo ejerce dentro de ciertos límites que el sujeto pasivo identifica como correctos, entonces se puede hablar de legitimidad.

Sin juzgar sobre la categoría moral de un régimen, la legitimidad analiza los mecanismos de obediencia e identifica cuándo el poder pavimenta su camino a la obediencia con coacción. Para Robert Dahl, si la percepción de legitimidad se mantiene a cierto nivel, la estabilidad puede mantenerse, pero si el nivel cae por debajo de ese punto de inflexión, entonces la estabilidad peligra.

Sin embargo, es preciso distinguir casos específicos, pues si bien hay regímenes que requieren el apoyo de una gran parte de la población para poder retener el poder, en muchos casos no es así, pues regímenes impopulares sobreviven gracias a que una reducida pero influyente élite los considera legítimos.

En regímenes comunistas, por ejemplo, la legitimidad se obtiene por medio del principio de igualdad económica, aunque luego puedan caer en estados totalitarios. En las monarquías, el monarca obtiene legitimidad a través de la percepción popular de que es el indicado para dirigir. Actualmente, la fuente más común de legitimidad es la percepción de que el Gobierno opera sobre principios democráticos y está sometido a la voluntad del pueblo, dado que la democracia se asienta sobre la voluntad de las mayorías.

Una democracia liberal se erige sobre una legitimidad basada en el respeto a la Constitución, que a su vez es sostenida por un órgano judicial honesto. La legitimidad se consolida cuando estos principios bien tutelados son el canal a través del cual el pueblo participa en la toma de decisiones, y todo ello se enmarca en medios de comunicación imparciales. Los dos últimos requisitos identificables de legitimidad en una democracia liberal son un sistema efectivo de pesos y contrapesos entre los órganos del Estado, y una estabilidad económica fundamentada en políticas públicas claras y continuas.

En México nada de lo anterior ha existido en estado pleno desde 1871. ¿Alguna vez se ha preguntado por qué los mexicanos en general tienen una tendencia a la corrupción? Es obvio: el mexicano se rebela porque no respeta a la autoridad. Intuye y sabe que "el que no transa no avanza"; ve a los políticos hincharse los bolsillos de dinero sucio, se entera que éste o aquel empresario obtuvo tal o cual concesión porque está en contubernio con un funcionario; en suma, no reconoce a su alrededor autoridad moral alguna que le orille a obedecer.

El mexicano "obedece, pero no obedece", simula que agacha la cabeza, pero entra al juego no escrito de los tejemanejes subterráneos, y sabe que México es un caos ordenado donde puede sobrevivir. También sabe que quien se pasa un poco de la raya en su rebelión termina muerto o en el ostracismo total.

Es por ello que la oposición juega un papel fundamental en cualquier democracia, pero sobre todo en aquellas que aspiran a serlo aunque disten de ello, que es el caso de México. Se requieren voces discordantes que alimenten el debate, que no sean bloqueadas en los medios de comunicación ni apabulladas por el poder. Es por eso que me alegro por Alejandro Encinas, quien con su victoria podría salvar al PRD de su ala "domesticada", la que se niega a ser fiel a la tradición socialdemócrata que está con el pueblo, la humanista, la que protesta y moviliza, la que toma la opción por los pobres y defiende la libertad.

Me ilusiona ver a alguien diciendo sí al voto por voto, como debieron hacerlo "otros" antes. Espero que "los Chuchos" y sus dueños le permitan tomar el puesto que se ganó democráticamente, a pesar de tanta triquiñuela que le jugaron. Ojalá limpie al PRD. México necesita una oposición que ayude a construir la democracia.


javieralberto@gmail.com

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