'México bárbaro'
Ni sus más fervientes lectores ni el mismo John Kenneth Turner, el periodista norteamericano que publicó en el amanecer del siglo pasado el libro que da título a la columna de hoy, pudieron imaginar que 100 años después México seguiría siendo muy similar a aquel del cruento y corrupto dictador Porfirio Díaz.
En esta época de violencia, drogas, putrefacto gobierno, saqueo de la riqueza nacional y carestía, donde a los mexicanos se les "educa" a través de una televisión que sólo sabe escupir fútbol, telenovelas y propaganda oficial, es crucial el volver a leer obras como la de Turner.
El periodista Turner se propuso visitar México encarnando a un supuesto millonario norteamericano interesado en invertir en haciendas, y gracias a ello tuvo la oportunidad de cruzar el Río Bravo en septiembre de 1908 e ir todo el trayecto hasta Yucatán a escuchar de los mismos hacendados españoles y norteamericanos, y de los funcionarios mexicanos, la realidad del país.
Cuál sería la sorpresa de Turner al descubrir y comprobar que en aquel México existía la esclavitud. Desde yaquis deportados por Díaz para robarles sus tierras en Sonora, hasta pobres de ciudad secuestrados o engañados por "enganchadores", Turner escucharía y vería con sus propios ojos cómo se transportaba con ayuda del Gobierno central, local y los jefes políticos a millares de hombres, mujeres y niños hasta las haciendas, donde los propietarios, la mayoría extranjeros, compraban a 50 pesos la "pieza". Cientos de miles de mexicanos, ya una vez en poder de los hacendados del tabaco, el henequén u otros productos, trabajarían 13 ó 14 horas diarias, dormirían en situaciones precarias, y morirían en un plazo no mayor de 12 meses ya sea de hambre, cansancio, enfermedad, o de los azotes propinados por los capataces.
Sacudido al ver el abuso de propietarios extranjeros, asociados con empresarios mexicanos y con el Gobierno, desde Díaz hasta el más insignificante miembro de la policía rural, Turner termina el capítulo 6 escribiendo que México "hectárea por hectárea es tan rico, si no más, que los Estados Unidos" y lo alaba como poseedor de más potencial y edad y, sin embargo, asegura que es "un país muerto de hambre, una nación postrada." En el resto de la obra, Turner argumenta magistralmente su conclusión, que "la esclavitud y el peonaje en México, la pobreza y la ignorancia y la postración general del pueblo se deben... a la organización financiera y política que en la actualidad rige en ese país".
El "México Bárbaro", de Turner, sería una joya histórica de gran valor académico, si no fuera por su espeluznante actualidad. Turner describe cómo Díaz es un gorila que compensa su incultura y cobardía siendo sanguinario, y que traicionara al patriota Juárez, que había liberado al país del yugo extranjero y del cáncer interno de la Iglesia católica, para eternizarse en el poder, colocar a sus socios y amigos de eternos gobernadores, devolver su poderío al clero, comprar a la prensa, silenciar a los opositores, y regalar al país a costa de la sangre de los mexicanos.
Luego Turner lista a todos los grandes apellidos de Estados Unidos que poseen millones de hectáreas en México, y hábilmente demuestra por qué los periódicos y el mismo Gobierno norteamericano alaban a un dictador como Díaz. Uno por uno, Turner repasa las participaciones financieras de los amigos y funcionarios de Porfirio Díaz con Pearce, Guggenheim, Standard Oil, y otros grandes conglomerados. Y también está mi capítulo favorito, el 15, donde John Kenneth describe la forma en la que los jueces y policías norteamericanos, sobornados por los cónsules mexicanos en toda la frontera sur estadounidense, persiguen a los liberales mexicanos en suelo vecino para deportarlos ilegalmente a México donde les espera la muerte o San Juan de Ulúa, que es casi lo mismo.
Hoy, que Felipe Calderón se arrastra hasta España a ofrecer riquezas nacionales, usando como su principal argumento que la mano de obra está muy barata acá, veo que no ha cambiado absolutamente nada. Caciques locales como el tal Emilio de Jalisco siguen pavoneándose del brazo de cardenales que viven en la opulencia; millones de mexicanos siguen con hambre y falta de escuelas y servicios básicos; se sigue utilizando al Poder Judicial para concretar negocios turbios (vaya a entidades como Tamaulipas si lo quiere ver de primera mano); el país continúa sumergido en el terror ante la fuerza bruta (y un iluso dijo que la guerra contra el narcotráfico se va ganando); y, para acabar pronto, las riquezas de México siguen siendo ofrecidas a las grandes firmas foráneas por sus ineptos y elementales gobernantes, bajo el argumento de que la mano de obra es barata.
¡Igual que bajo Porfirio Díaz! En aquel entonces, Limantour y sus secuaces la hacían de funcionarios, pero también de accionistas o consejeros de las empresas. ¡Qué gracioso!, igual que actualmente con gente como Mouriño o Gil Díaz.
Claro, también hay diferencias, como las tiendas de raya, que ya no existen. ¿O sí? Qué curioso, fíjese, ahora que los bancos son casi todos extranjeros y el Gobierno les permite cobrar más intereses y comisiones que en sus propios países de origen, la Condusef acaba de pedir a los mexicanos prudencia en el uso de tarjetas de crédito.
A decir del organismo gubernamental, 60 por ciento de los 24.1 millones de usuarios de tarjetas de crédito bancarias que existen en México acostumbran pagar sólo el mínimo requerido, lo que puede convertir a este instrumento, ahora que las tasas de interés se han incrementado 10 por ciento respecto a 2006, en una "auténtica tienda de raya".
Ah, sí, lo olvidaba... y sigue sin respetarse el sufragio libre.
javieralberto@gmail.com
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