LA NOCHE DE LOS ESPURIOS VIVIENTES



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Ya, en serio, ¿qué le pasa al joven Jelipillo? Aunque se entiende que a estas alturas del partido ya debe estar hasta el queque de despachar en Los Pinos, no es para que ante las adversidades más fútiles reaccione de tal manera que haga ver a Vicente Fox como un estadista.

Cuando un par de chicos le gritaron en medio de una aburrida ceremonia ¡Espurio! y ¡En México no hay libertades!, no tenía por qué ponerse como un viejo vinagrillo que sale a corretear chamacos a bastonazos como Don Teofilito, sólo porque tocaron el timbre de su casa y pusieron pies en polvorosa. En vez de haber puesto en su lugar a esos chicos en el mejor estilo zedillista con un “No traigo cash”, mandó al Estado Mayor Presidencial a ocuparse del asunto. Casi manda una tanqueta. Calderón tenía que haber evocado el caso del legendario Roñas, aquel muchacho que le puso cuernos en la mollera del entonces presichente Fox quien, en vez de someterlo a una innecesaria lección de poder, se tragó su enojo y dio la orden pública de que no se le tocara un pelo (luego al pobre Roñas le cayó la maldición foxiana y le fue del nabo, pero esa es otra historia). Así, la cosa se quedó a niveles anecdóticos; no como en esta ocasión cuando la falta de tacto y sentido del humor llevaron al Ejecutivo a polarizar a la sociedad mexicana que ha encontrado en el Espurio Incident otra oportunidad para balcanizarse. De un lado estás los fundamentalistas que con el Manual de Carreño en la mano, no bajan a estos jóvenes de groseros, provocadores e hijos de su mal dormir; por el otro están quienes aprueban sardónicamente el detalle contestatario por sus contribuciones a denunciar a la presente administración.

Pero visto fríamente, qué le quedaba al michoacano. Andrés Leonardo Gómez y Mario Virgilio Santiago Jiménez son estudiantes modelo, ganadores del Premio Nacional de la Juventud, emblemáticos miembros de la excelencia que Calderón tanto exalta. Quizá fue lo que más dolió; que no eran la bola de resentidos sociales que suelen espetarle toda índole de improperios a cada paso que da.

Su manera de enseñar lo avanzadas que están las libertades en México podía haber sido menos histérica, sobre todo porque no faltará quien se pegunte por qué no es igual de estricto con el crimen organizado.

¿Qué acaso no hay nadie que oriente a Felipe de Jesús? Cualquiera diría que sus asesores no son esa plantilla de nerds metrosexualidados que lo rodean sino Bobby Larios, Lupita D’Alessio, Niurka, Fabiruchis o Paquita La del Barrio.
jairo.calixto@milenio.com

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